Todo transcurrió una tarde de otoño en el barrio de San Telmo. Ese domingo, María tomaba rumbo a su casa luego de una salida con sus amigos.
Al volver decidió desviar el camino y seguir sus impulsos, cuando por aquel balcón se esfumaban esas notas de guitarra que la absorbieron, eran con las que ella convivió varios días, semanas, meses y hasta años. Sin dudarlo se sentó en la vereda a escuchar un poquito más y recordar viejos tiempos, sin perder la esperanza de que en algún momento iba a encontrarse con esa persona que tanto amó y ama por su desgracia. Esperó varios minutos en el frío, cuando un vagabundo se le acerca y le dice: - desahuciada. Sinceramente no estaba muy lejos del adjetivo que le otorga este señor, pues ella se le quedo mirando pensativa mientras este desaparecía en la fría tarde de ese día. Sin perder la esperanza nuevamente, insistió en seguir sentada. Veía movimientos pero no los que ella esperaba.
Estos actos la hicieron reflexionar, levantarse e irse y emprender camino a su casa. Con la mirada perdida hizo la cuadra y media que le restaba, llegó a su casa, saludo a su perra y tomó asiento. Su vida continuó como si nada de esto hubiera pasado y trató de olvidar la estupidez que sus sentimientos habían llevado a cabo.
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